POR CARLOS SALCEDO
La República Dominicana se encuentra en un momento crítico: las cifras oficiales muestran que la violencia sexual, los delitos de género y los abusos contra los menores ya no son anomalías aisladas, sino un mapa persistente de fractura social.
Las recientes violaciones sexuales colectivas cometidas por jóvenes contra mujeres jóvenes son apenas la expresión más visible de una lesión profunda en nuestra convivencia.
Para revertir esta tendencia se necesita algo más que sanciones: se requiere una regeneración de la conciencia colectiva, según las nociones que ya habían anticipado Comte y Durkheim, y que hoy reaparecen con urgencia.
Datos que avivan la emergencia
Algunos datos recientes del Ministerio Público y la Procuraduría General ilustran la magnitud del problema:
De enero a julio de 2025, la Procuraduría General de la República (PGR) registró 3,854 denuncias por distintos delitos sexuales, de las cuales 681 fueron violaciones.
En ese mismo intervalo, los delitos sexuales más frecuentes fueron la agresión sexual (1,178 denuncias, 30.6 %), la seducción de menores (1,135 casos, 29.5 %), acoso sexual, incesto, exhibicionismo.
En los últimos cinco años, se han reportado unos 341,896 casos de violencia (de género, intrafamiliar, psicológica, física) en todo el país.
Según la primera Encuesta Nacional de Agresiones Sexuales contra las Mujeres (CIPAF, con apoyo internacional), el 18.6 % de las mujeres en la República Dominicana ha sido víctima de alguna agresión sexual, incluyendo violación, intento y acoso.
Desde 2019 hasta julio de 2024, unos 24,779 casos de abuso físico, verbal, psicológico y sexual contra niños, niñas y adolescentes fueron registrados por la procuraduría en sus distintas fiscalías.
Estos números muestran no solo la frecuencia elevada de los delitos sexuales y de violencia de género, sino también que muchos de ellos ocurren contra personas vulnerables (mujeres jóvenes, niñas, adolescentes), y en contextos de poder desigual.