Vivir con ruido, un problema de salud a menudo ignorado

Tim Mulligan se ha mudado al centro de Manhattan para no depender del vetusto y ruidoso metro de Nueva York, que amenaza a los usuarios que lo utilizan a diario con hacerles perder capacidad auditiva.

«Incluso con auriculares con el máximo volumen no puedes oír nada durante todo el trayecto», dice este exmarino de 43 años que sufre trastorno por estrés postraumático (PTSD).

En su casa, no lejos del punto cero del turismo en la Gran Manzana, Times Square, ha cubierto la ventana de su dormitorio con espuma acústica y cortinas dobles, y usa tapones para dormir. En la calle lleva auriculares con cancelación de ruido y recurre a bicicletas o buses para desplazarse, dice a la AFP.

El metro, el tráfico, el fuerte volumen de la música en restaurantes, bares y domicilios, las sirenas de ambulancias y bomberos, los ruidos del arreglo de calles, la construcción, las bocinas, convierten a Nueva York, con sus 8,5 millones de habitantes, en particular Manhattan y sus rascacielos, en una urbe bulliciosa y estresante.

En 2024, el teléfono del Ayuntamiento recibió más de 750,000 quejas por ruido, la más frecuente. Y hasta el 14 de agosto de este año había recibido casi medio millón.