POR RAFAEL PASIAN
El pasado 15 de agosto de 2025, en Anchorage, Alaska, se celebró la primera cumbre entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin desde la invasión total de Ucrania. La atmósfera estuvo marcada por la pompa mediática —alfombra roja, sobrevuelo de bombarderos, y expresiones de cordialidad— pero el resultado fue decepcionantemente vacío: no se logró ni una tregua ni un acuerdo concreto para detener la guerra en Ucrania.
Trump afirmó haberse mostrado “optimista” y “productivo”, pero en la práctica se había alejado de su exigencia previa de cese inmediato y optó por proponer un “acuerdo de paz” más amplio, postura que alineaba con los intereses rusos.
Desde una perspectiva progresista y pacifista, esta cumbre se inscribe en una preocupante tendencia: la legitimación diplomática de un agresor y el sacrificio de principios como la soberanía, la solidaridad y la justicia. Putin emergió como ganador simbólico, consolidando su aparato de propaganda mientras Trump vacilaba ante su narrativa.
Este tipo de encuentros sin respaldo internacional, sin involucrar a las víctimas directas (Ucrania) y sin garantías reales de justicia, solo permean la retórica de paz sin desarmar la violencia real.
Propuestas claras y específicas para avanzar hacia una paz duradera — con repercusión también en Gaza:
1. Impulsar una tregua inmediata y verificada internacionalmente
La detención del fuego debe ser un paso ineludible y no opcional. Solo con un alto el fuego verificable puede abrirse espacio para la reconstrucción humanitaria y política. Esto aplicaría también al conflicto en Gaza, donde una tregua sostenida permitiría el acceso masivo de ayuda y la reconstrucción sobre bases seguras.
2. Garantías de seguridad colectivas
Inspiradas en el modelo de defensa mutua (como el artículo 5 de la OTAN), estas garantías deben incluir mecanismos multilaterales —con participación activa de la Unión Europea, Estados Unidos y otros actores— para proteger a las naciones más vulnerables. Este enfoque solidario también debería extenderse a la región del Medio Oriente, condicionando apoyo político y humanitario a la protección efectiva de civiles en Gaza.
3. Justicia y reparación como parte del proceso de paz
No puede haber verdadera paz sin reconocimiento del daño causado. Las negociaciones deben exigir la rendición de cuentas, apoyo a tribunales internacionales y fondos de reparación —a Ucrania, a Gaza, y a todos los afectados por la violencia de Estado o grupos armados—.
4. Participación activa de la sociedad civil y de los países implicados
Ucrania no puede ser excluida de decisiones que afectan su territorio. Gaza no puede ser marginada en acuerdos que permitan la ocupación o bloqueos. Las voces de las comunidades afectadas deben tener peso en las mesas de negociación.
5. Desmilitarización progresiva y reorientación de recursos hacia lo social
Proponer un calendario serio de reducción de fuerzas armadas y armamento nuclear, con inspecciones internacionales, y redirigir esos recursos a la reconstrucción, educación, sanidad y energía limpia, tanto en Europa del Este como en Medio Oriente.
6. Pacto de solidaridad geopolítica democrática
Crear un frente diplomático global de países democráticos que se comprometan a no legitimar golpes autoritarios ni invasiones, reforzando sanciones automáticas y bloqueando mecanismos diplomáticos que permitan la impunidad, como ocurrió al recibir a Putin en suelo estadounidense sin consecuencias.